Beethoven – Mozart – Maslíah – Roussel

Orquesta Sinfónica Nacional

El programa abre con dos extractos del ballet Las criaturas de Prometeo de Beethoven. Melpomena, musa de la Tragedia, soslaya la existencia de la Muerte (no olvidemos que estamos en una sociedad de dioses antiguos, inmortales). Reprocha a Prometeo de haber tenido la crueldad de dar vida a criaturas mortales; se pone tan furiosa que lo hiere con un cuchillo. Pastoral: Pan, Dios de los pastores y de los paisanos, lo acoge en el campo y lo cuida. Luego se interpretará el Concierto para piano n.º 17 de Mozart, para el cual contaremos con la participación solista del renombrado pianista uruguayo Enrique Graf. Luego, la Orquesta interpretará una pieza sinfónica del destacado compositor uruguayo Leo Maslíah. El concierto concluirá con la Tercera Sinfonía del compositor francés Albert Roussel, una obra excepcional que destaca por su humanidad y lirismo. Esta será una ocasión única para disfrutar de la música de un compositor cuya obra, aunque rara vez interpretada en los escenarios, fue fundamental en la música de la primera mitad del siglo XX.

 

Programa

Ludwig van Beethoven
(Bonn, 1770 – Viena, 1827)
Las criaturas de Prometeo, Op. 43

Acto II: N.º 9. Adagio – N.º 10. Pastoral

Wolfgang Amadeus Mozart
(Salzburgo, 1756 – Viena, 1791)
Concierto para piano n.º 17 en sol mayor, K.453

  1. Allegro
  2. Andante
  3. Allegretto – Finale: Presto

ENRIQUE GRAF

INTERVALO DE 15 MIN.
Leo Maslíah
(n. Montevideo, 1954)
Cohda

ESTRENO ABSOLUTO

Albert Roussel
(Tourcoing, 1869 – Royan, 1937)
Sinfonía n.º 3 en sol menor, Op. 42

  1. Allegro vivo
  2. Adagio
  3. Vivace
  4. Allegro con spirito

Dirección: Nicolas Rauss

Piano: Enrique Graf (Uruguay–USA)

Edad máxima (inclusive) con acceso gratuito permitido: 4 años

A lo largo de su carrera, Beethoven compuso dos ballets: Musik zu einem Ritterballet (atribuida intencionalmente al conde Waldstein en 1791) y Las criaturas de Prometeo. En 1799, la emperatriz María Teresa nombró maestro de ballet al célebre coreógrafo napolitano Salvatore Viganò, quien dos años más tarde estrenaría en la Corte Imperial una obra basada en la leyenda de Prometeo, el titán que robó el fuego de los dioses para iluminar a la humanidad. La Corte recomendó a Beethoven —que poco antes había dedicado su Septeto Op. 20 a la emperatriz— para componer la música.

En aquellos años, el mito de Prometeo volvía a cobrar vigencia por su asociación con Napoleón, entonces visto como un héroe. Es probable, por tanto, que Beethoven haya querido expresar en esta obra su admiración hacia el general francés. No por casualidad, el final desarrolla un tema melódico que tres años después reaparecería en el cuarto movimiento de la Sinfonía “Heroica”, originalmente dedicada a Napoleón. Para este programa se interpretarán dos números del segundo acto. El Adagio (n.º 9) ofrece un lirismo solemne y sereno, de acentos casi religiosos, que aporta un instante de recogimiento dentro de la acción escénica. En contraste, el Pastoral (n.º 10) despliega un aire ligero y bucólico, con ritmos de danza campestre que evocan la sencillez y la frescura del mundo rural.

Texto: Felipe Ortiz Verissimo

El concierto para piano fue, sin duda, el género que Mozart consolidó como uno de los principales vehículos de expresión musical en el Clasicismo. Si bien el concierto para teclado ya había sido cultivado por figuras como Johann Chistian Bach, cuyo estilo elegante y equilibrado ejerció gran influencia en Mozart; o Georg Christoph Wagenseil, referente en la tradición vienesa; fue Mozart quien le otorgó una forma madura y equilibrada al género: el diálogo constante entre solista y orquesta, riqueza temática y un virtuosismo que nunca se disocia del lirismo. Sus veintisiete conciertos para piano amplían notablemente los recursos expresivos y dramáticos del género, sentando un precedente para Beethoven y todos los compositores posteriores.

Entre febrero y abril de 1784 —en apenas diez semanas— Mozart completó cuatro conciertos para piano (nros. 14 a 17), que figuran en la primera página del cuaderno que acababa de adquirir y que lo acompañaría hasta sus últimos días, titulado por él mismo “Catálogo de todas mis obras”. Se trata de una hazaña notable, pues cada uno de ellos constituye una obra maestra indiscutida del repertorio pianístico. Ese mismo año añadiría aún dos conciertos más, lo que convierte a 1784 en su período más productivo dentro del género. Completado el 12 de abril, el Concierto n.º 17 en sol mayor se destaca por su carácter luminoso y sereno, con refinadas elaboraciones contrapuntísticas en el primer movimiento, un lirismo casi operístico en el segundo y un ingenioso tema con variaciones en el allegretto final. Esta obra refleja la capacidad de Mozart para amalgamar virtuosismo pianístico con una orquesta plenamente integrada al discurso musical.

Cadenzas: para este concierto Enrique Graf interpreta la cadenzas de Mozart.

Texto: Felipe Ortiz Verissimo

Cohda (Ad hoc al revés) fue compuesta en 1997 como uno de varios movimientos sinfónicos de los cuales fue posteriormente independizada, y a raíz de esa independencia obtuvo ese título. El tipo de lenguaje musical que le da vida, probablemente emparentado al de una serie de piezas de cámara llamadas Árboles, que se originó en la misma época, es una especie de declaración de derechos en los que acordes y escalas heredados de los últimos siglos reivindican su derecho a seguir manifestándose de forma autónoma, sin sujeción a las formas y discursos propios de sus orígenes y de sus anteriores ciclos de desarrollo. Agradezco al maestro Nicolas Rauss la iniciativa de programarla, así como sus valiosos consejos en aras de mejorar su instrumentación.

Comentario del compositor

Figura singular de la música francesa de la primera mitad del siglo XX, Albert Roussel fue un compositor cuya obra ocupó un lugar intermedio entre el impresionismo heredado de Debussy y Ravel y las corrientes neoclásicas que dominaron el período de entreguerras. Tras una primera carrera como oficial naval, Roussel se volcó tardíamente a la composición, formándose en la Schola Cantorum de París bajo la tutela de Vincent d’Indy, donde más tarde se desempeñaría como profesor de contrapunto y tendría entre sus alumnos a Erik Satie y Edgard Varèse. El respeto y admiración que despertaban tanto su música como su persona llevaron a que La Revue musicale, la revista musical francesa más prestigiosa de la época, le dedicara números especiales en su honor, acompañados por piezas de homenaje de importantes colegas como Poulenc, Honegger y Milhaud. Su obra fue reconocida también fuera de Francia, y uno de sus más fervientes admiradores fue Witold Lutosławski, quien en 1988 recordaba la profunda impresión que le causó la sinfonía que se interpreta esta noche:
La riqueza armónica de la música de Debussy y Ravel tuvo una gran influencia en mí. Pero nunca fui feliz porque siempre se empleaba en suites o ballets […] pero nunca para formas más serias como las sinfonías. Las sinfonías de Roussel, en especial la Tercera, llenaron ese vacío. Utilizó la riqueza del mundo armónico francés en una forma que nos hace pensar en Brahms. Es una especie de Brahms francés del siglo XX.

Ciertamente, en la música de Roussel —y en esta sinfonía en particular— se conjugan el sentido armónico francés y el rigor estructural de raíz germánica, asociado a Brahms, para dar lugar a un estilo singular y personal. Apartándose del impresionismo narrativo, Roussel forjó un lenguaje más sólido y arquitectónico. En una entrevista de 1928 resumió así su propósito como compositor:
Lo que me gustaría lograr es una música completamente autónoma, música que aspire a liberarse de cualquier elemento pictórico o descriptivo y completamente desligada de cualquier conexión geográfica […] Lejos de querer describir algo, siempre intento eliminar de mi mente el recuerdo de objetos o formas que puedan traducirse en efectos musicales. Solo quiero hacer música pura.

Compuesta entre 1929 y 1930 por encargo de la Boston Symphony Orchestra y su director Serge Koussevitzky, la Tercera Sinfonía de Roussel destaca por una intensidad expresiva condensada: en un espacio temporal semejante al de una sinfonía de Mozart, concentra una carga emocional equiparable a la de los grandes románticos del siglo XIX. Otro de sus atractivos radica en el color tímbrico: a la instrumentación tradicional, el compositor suma una nutrida sección de percusión, junto con celesta y dos arpas, que aportan un brillo particular a la orquesta.

Texto: Felipe Ortiz Verissimo

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