Piazzolla & Brahms

Orquesta Sinfónica Nacional

El programa abre con una de las obras más notables del compositor mexicano Silvestre Revueltas: Sensemayá. Misteriosa y dinámica, esta obra se basa en el poema homónimo del poeta cubano Nicolás Guillén, el cual representa un ritual para matar a una culebra. Luego, la Orquesta interpretará dos obras de Piazzolla; una de las máximas figuras del tango de todos los tiempos. Por un lado, escucharemos su Sinfonietta, una interesante obra más asociada a su trabajo de corte académico que al tango. También se interpretará Libertango, una de sus obras más emblemáticas. El concierto finalizará con la monumental Cuarta Sinfonía de Brahms.

 

Programa

Silvestre Revueltas
(Santiago Papasquiaro, 1899 – Ciudad de México, 1940)
Sensemayá 7′ 
Astor Piazzolla
(Mar del Plata, 1921 – Buenos Aires, 1992)
Sinfonietta
A. Pagani Edizioni Musicali Srl
Libertango – Arreglo: José CarliEditor original: Barry Editorial.
Representante exclusivo: Barry Editorial (www.barryeditorial.com.ar)
16′

5′

INTERVALO DE 15 MIN.  
Johannes Brahms
(Hamburgo, 1833 – Viena, 1897)
Sinfonía n.º 4 en Mi menor, Op. 98

  1. Allegro non troppo
  2. Andante moderato
  3. Allegro giocoso
  4. Allegro energico e passionato – Più allegro
39′

Dirección: Nicolas Rauss

Compositor, violinista y director de orquesta, Silvestre Revueltas fue una de las figuras más originales e influyentes de la música mexicana del siglo XX. Nacido en el seno de una familia de artistas (entre sus hermanos habían destacados pintores, escritores, muralistas y actrices), Revueltas comenzó a tocar el violín a los ocho años y componer a los dieciséis. En 1917, durante la Revolución Mexicana, se trasladó a Estados Unidos donde continuó su formación en violín y composición en Austin y Chicago. Al regresar a México en 1929, se convirtió en director de orquesta asistente de la Orquesta Sinfónica de México, cargo que ocupó hasta 1935. Su lenguaje musical, lleno de vitalidad rítmica, texturas densas y colores orquestales vibrantes, se aparta de los modelos académicos tradicionales para reflejar con crudeza y lirismo el México moderno. Junto con Carlos Chávez, fue una figura clave en la consolidación de una identidad musical mexicana en el siglo XX.

Compuesta originalmente para conjunto de cámara en 1937 (versión prácticamente desconocida hasta nuestros días), Sensemayá es una de las obras más emblemáticas de Revueltas. Junto con la partitura para la película Redes de 1934, esta pieza contribuyó decisivamente a consolidar el reconocimiento internacional del compositor mexicano. Inspirada en el poema homónimo del escritor afrocubano Nicolás Guillén, Sensemayá evoca el ritual del sacrificio de una serpiente, mediante un poderoso entramado rítmico y una orquestación exuberante. Revueltas despliega aquí su dominio de la paleta orquestal y sus posibilidades, con una textura densa y palpitante que se intensifica paulatinamente hasta alcanzar un clímax casi hipnótico. El empleo preciso de acentuaciones no solamente es protagonizado por la percusión, sino que también son reforzados por los instrumentos de viento; en especial las trompetas con sordina (sonoridad tan característica en la música de Revueltas).

Texto: Felipe Ortiz Verissimo

¡Mayombe-bombe-Mayombé!
¡Mayombe-bombe-Mayombé!
¡Mayombe-bombe-Mayombé!

La culebra tiene ojos de vidrio;
la culebra viene y se enreda en un palo;
con sus ojos de vidrio en un palo,
con sus ojos de vidrio.

La culebra camina sin patas;
la culebra se esconde en la yerba;
caminando se esconde en la yerba,
caminando sin patas.

¡Mayombe-bombe-Mayombé!
¡Mayombe-bombe-Mayombé!
¡Mayombe-bombe-Mayombé!

Tú le das con el hacha y se muere
¡Dale ya!
¡No le des con el pie, que te muerde,
no le des con el pie, que se va!

Sensemayá, la culebra
Sensemayá
Sensemayá con sus ojos
Sensemayá
Sensemayá con su lengua
Sensemayá
Sensemayá con su boca
Sensemayá…

La culebra muerta no puede comer;
la culebra muerta no puede silbar;
no puede caminar
no puede correr.
La culebra muerta no puede mirar;
la culebra muerta no puede beber;
no puede respirar,
no puede morder.

¡Mayombe-bombe-Mayombé!
Sensemayá, la culebra
¡Mayombe-bombe-Mayombé!

Sensemayá, no se mueve
¡Mayombe-bombe-Mayombé!
Sensemayá, la culebra
¡Mayombe-bombe-Mayombé!
Sensemayá, se murió.

La figura de Astor Piazzolla se destaca como uno de los compositores más prolíficos e innovadores de la escena musical argentina del siglo XX. Nacido en Mar del Plata y perteneciente a una familia de origen italiano, Piazzolla vivió casi toda su infancia (entre 1925–37) en Manhattan, New York, donde se familiarizó a su vez con el jazz, la música de Bach, y con el tango interpretado por los inmigrantes argentinos. Fue su padre Vicente –apodado “Nonino” como su abuelo– quien, al regalarle un bandoneón a los ocho años, lo incentivó a que aprendiera a tocar tango. Astor no demoró en comprender que la versatilidad del instrumento se correspondía con su amplio gusto musical. Sus arreglos y composiciones exhibirían una novedosa mixtura de géneros tan diversos como el jazz, la música barroca y las vanguardias del siglo XX; todas ellas atravesadas por el tango como lenguaje principal. A esta manera inédita de abordar el género se la denominó “nuevo tango”.

Compuesta en 1953, la Sinfonietta marca un punto de inflexión artística en la carrera de Piazzolla, justo antes de su decisivo viaje a Francia para estudiar con Nadia Boulanger, quien lo impulsó a seguir un camino musical que integrara el tango con la tradición clásica. Fue precisamente esta experiencia con la renombrada pedagoga la que llevó al compositor a solidificar su estilo personal. La historia cuenta que, para ser aceptado como su alumno, Piazzolla tuvo que presentarle una obra propia. Según recuerda su hija Diana, posiblemente fue esta Sinfonietta la pieza que interpretó al piano para la maestra francesa, aunque las investigaciones de María Susana Azzi y Simon Collier sostienen que se trató de Buenos Aires, tres movimientos sinfónicos. Estructurada en tres movimientos (siguiendo el tradicional esquema rápido–lento–rápido), esta obra presenta varios de los elementos característicos del estilo de Piazzolla: la presencia del ritmo de milonga (y las distintas transformaciones que le aplica el compositor), acentos incisivos y gestos melódicos inspirados en grandes cantores del tango tradicional.

En Libertango –escrito en Italia en 1974– la música y la vida de Piazzolla se conjugan de una manera muy personal. El concepto de “libertad” puede observarse tanto desde una perspectiva política, como desde una puramente musical; la libertad en el lenguaje musical. Un lenguaje que se vale de elementos de otros géneros –y otros tiempos– para crear una música que siga siendo indudablemente tango. En esta obra, la repetición obsesiva del acompañamiento adquiere una importancia temática, como a menudo ocurre en la música del compositor. Sin embargo, sobre este patrón rítmico Piazzolla superpone una de las melodías más bellas y pulidas de toda su producción musical.

Texto: Felipe Ortiz Verissimo

En 1872, Brahms declaraba: “¡Jamás escribiré una sinfonía! No tienes idea lo que es escuchar a un gigante caminando detrás de ti”. Este gigante no era otro que Beethoven, cuya música constituyó para Brahms su ideal artístico más elevado. Superada la intimidación que le suponía esta monumental figura, Brahms decide finalmente estrenar su primera sinfonía en 1876. Sus siguientes sinfonías llegarían a completarse en un tiempo relativamente corto en comparación con el largo esfuerzo que supuso la primera.

La Sinfonía n.° 4 refleja la asimilación de una tradición musical que se remonta a Bach y de la cual Brahms fue uno de sus principales continuadores. Con el objetivo de construir una obra nueva y vital dentro de este linaje, el compositor regresa al ideal clásico de perfección estructural, en el cual la pureza de las líneas melódicas desplaza cualquier tipo de ostentación. El carácter bucólico de la segunda sinfonía o el heroico de la tercera no tienen lugar en esta obra. A menudo, se subraya su naturaleza trágica o pesimista, sin embargo, podría decirse que se aleja mucho de la melancolía romántica presente en obras del mismo período.

Aunque Brahms la llegó a describir (con su característico auto-desprecio) como “una obra coral sin texto” o “un par de entreactos”, esta sinfonía se destaca del resto por su complejidad formal e indudable solemnidad.

Texto: Felipe Ortiz Verissimo

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